España acudió a las semifinales de la Copa Davis sabiendo que tenía una ardua tarea por delante. Sin los dos baluartes que han representado al país y han participado en gran parte de los partidos que acabaron significando las 'ensaladeras' de 2008, 2009 y 2011, Francia acabó pasando por encima de una España sin Rafa Nadal y David Ferrer. Balear y alicantino fueron durante una época los reyes de la Davis, pero ya hace siete años del último título y el nuevo formato, junto con el relevo generacional, dibuja más complicado el éxito de 'La Armada'.
A partir de 2019 la Copa Davis cambiará por primera vez en 118 años de historia. El trofeo ya no se disputará a lo largo de eliminatorias por meses libres en el calendario y tendrá en su fase final una sede fija, con Madrid como gran candidata. Pese a albergar un Masters 1000 de tierra batida, la capital española deberá amoldarse, con mucha posibilidad, a la pista rápida, ya que así encajaría en el calendario con los otros torneos que se disputan en fechas parecidas.
Con ello, sin la posibilidad de escoger superficie si eres local, muchos tenistas españoles perderán el factor cancha que tuvieron en anteriores ediciones. La tierra batida siempre fue, desde el triunfo del 2000 en el Palau Sant Jordi, el escenario donde mejor se movió España. Salvo la heroicidad de 2008 en Mar del Plata ante Argentina en pista rápida, todas las 'ensaladeras' fueron sobre tierra (2004 en Sevilla, 2009 en Barcelona y 2011 en Sevilla) y en todas, salvo la que abrió el siglo, estuvieron, al menos, Nadal o Ferrer.
El compromiso de ambos siempre ha sido máximo con su país y han acudido a todas las eliminatorias salvo lesión o lógica por el calendario. En esta ocasión a Ferrer le superó la edad y a Nadal la lesión del US Open, pero los dos sí que estuvieron y lograron los tres puntos en los cuartos ante Alemania. El alicantino se retirará el próximo año y el balear irá reduciendo su representación para dosificar su estado físico y luchar por los puestos altos de la ATP.
Sin ellos se dibuja un panorama complicado para España, pues hay una evidente brecha generacional que ocupa casi nueve años entre la treintena y la veintena entre los nueve tenistas que hay en el top-100. Sólo Carreño, con 27 años y número 21, y Carballés, 25 años y número 94 del mundo, tienen menos de 30 años hasta llegar al primer representante español de la 'NextGen'.
Los aspirantes del futuro
Jaume Munar es el único atisbo cercano de un futuro prometedor en el tenis español a corto plazo. Balear y salido de la Rafa Nadal Academy, ocupa el puesto 82 de la ATP con 21 años. Ya es un habitual de los ATP 250 y ha jugado los cuatro Grand Slam en 2018 marcando su mejor participación en Roland Garros con una segunda ronda, cayó ante Djokovic, tras superar antes tres previas y la primera ronda ante el propio Ferrer.
Tras Munar, dentro del top-200 solo aparece el nombre de Pedro Martínez Portero (número 183 y 21 años) como posible integrante de 'La Armada' en el futuro, pues los otros dos que bajan de la treintena, Sergio Gutiérrez-Ferrol (159 y 29) y Enrique López Pérez (161 y 27), no dan señales deportivas de un explosivo impulso que les lleve a un mínimo del top-50.
Por último, los otros dos tenistas en los que se confía para el futuro de España, presentan grandes síntomas de progreso pero tiene todavía mucha carrera por delante. Son Alejandro Davidovich, vencedor de Wimbledon Junior en 2017 y actualmente 19 años, y Nicola Kuhn, finalista de Roland Garros Junior en 2017 y 18 años.
Para ver a ambos en los puestos altos de la ATP todavía habrá que esperar. Mientras tanto, las últimas lecciones de Nadal, la esperanza de la regularidad de Carreño y el progreso de Munar son los clavos a los que se agarra el tenis español para intentar seguir optando a figuras relevantes de este deporte que tantos éxitos ha dado en el siglo XXI, pero que evidencia una problema generacional.